miércoles, 10 de marzo de 2010

Relación de ayuda

Cuando trabajas con personas con graves dificultades de salud, de vida, yo diria que, inicialmente, te situas en un polo opuesto, a saber, como alguien en cierta medida, privilegiado, con más suerte o mejores condiciones vitales, y es desde ese punto que puede surgir el deseo de ayudar a otros con circunstancias vitales desfavorecidas.

Me he preguntado muchas veces que me empujaba hacia mi profesión, que nos empuja a todos los que tenemos una relación con profesiones sociales; leia hace tiempo un postulado de un psiquiatra, creo recordar que su apellido era Hinshelwood, que decia que los que trabajamos en salud mental estamos motivados por la culpa; no se si entonces entendí demasiado bien que era lo que proponia; entonces lo asocie a una culpa generica, primigenia; tiempo despues, leyendo algunas declaraciones de conocidos escritores que habian sufrido la persecución nazi,en las que la mayoria de ellos hablaban de la culpa del salvado; imagine que lo que aquel psiquiatra podia plantear, esta quizas, más relacionado con el sentimiento de culpa por no estar entre todas esas personas que por multiples razones, padecen trastornos de salut mental, por no estar entre esos tantos millones de personas que sufren situaciones de desamparo y estigmatización.

Si bien la culpa parece necesaria para desarrollar la capacidad de reparar, tambien puede ser peligrosa si no modulamos su intensidad, pues las condiciones para desterrar los estigmas y prejuicios, no dependen de un solo individuo, en este caso el trabajador social, psicologo o el resto de profesiones implicadas, es un trabajo común el que posibilitará el cambio, es un trabajo de instituciones y no solo de personas, es un trabajo de la comunidad y no solo del que vive el estigma.

La otra cara de la culpa, me parece, es la omnipotencia y el narcisismo profesional, considerar que un único criterio es valido, que una sola intervención logrará el cambio, la inclusión; es bastante fácil sentir la "embriaguez" del trabajo bien hecho, cuando constatamos los avances del otro (habria que ver si ese otro lo vive como tal o en la misma medida que el profesional) efecto engañoso por demás, puesto que no siempre ese supuesto avance será permanente, como casi nada en el vivir.

Acomodarse al tempo de la otra persona será un aliado contra la frustración, la propia y la del otro, que es en definitiva el objeto de nuestra intervención, en última instancia es el o ella el que pondrá los límites a nuestra ayuda, con sus posibilidades y su deseo, por más que este pueda estar afectado, por el mismo trastorno.

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